viernes, 29 de junio de 2018

Conferencia: Compendio por la discografía folclórica dominicana 1/2

Esta conferencia fue presentada en el Coloquio Transdisciplinar: “Etnomusicología: Estudio y rescate de la música tradicional dominicana” celebrado el jueves 28 de junio del 2018 en el Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales (IGLOBAL).

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La etnomusicología contemporánea, para empezar se inclina cada vez más por cuestiones socio-culturales y antropológicas, esta rama de la ciencia de la música también es urbana, contemporánea y digitalizada. La  etnomusicología es un paradigma interesante de cómo la ciencia musical trata de adaptarse a los cambios constantes de la tecnología; es probable que esto no sea lo primero en lo que pensamos cuando la música y la tecnología se mancuernan, pero en efecto, a la investigación le provee de ciertas herramientas de trabajo que han ido transformando metodologías, discursos, perfiles e incluso la semiótica musical.
Entender la investigación en un contexto contemporáneo, urbano, transcultural, digital, joven, es de hecho imprescindible a la hora de compendiar la historia de los archivos sonoros, la catalogación, la discografía, son variables que han cambiado en los últimos años en la ciencia musical.
En el entendimiento de que la investigación cuenta con herramientas que dan una mejor accesibilidad a los archivos sonoros, documentación digitalizada y a redes de información a través del internet, por poner algunos ejemplos, de plano podríamos decir que estamos en la era de la digitalización de la investigación tanto o igual que de la información.
Antes de entrar al tema, quisiera hacer dos paréntesis: el primero es en algunos contextos de la investigación de la música tradicional en el país y el segundo paréntesis es en determinadas líneas de estudio, todo ello en cuanto cómo inciden en los vínculos de la música tradicional, el investigador y la producción discográfica.
Ante todo, esta ponencia procura ser un acercamiento desde el revisionismo histórico, y no tanto a la tecnología de las grabaciones etnográficas y las recopilaciones de la música tradicional dominicana más conocidas, para ello es vital el abordaje de estos contextos, criterios y perfiles de investigación.
Ahora bien, vamos a los paréntesis: el primero, necesario para entender los criterios de las músicas estudiadas y el segundo para una re-valoración del rol mismo del investigador. No todo lo que parece no estar bien es malo.
Tendríamos que señalar entonces la semiótica de estos temas, empezando por cómo es que se han denominado en nuestro país las músicas tradicionales. Con las declaratorias de la UNESCO esta realidad se hace aún más visible, dejando entrever como bien señalaba Dagoberto Tejeda en un seminario sobre políticas culturales desde la sociedad civil, de la Red Cultural en el año 2010, el verdadero estado de conocimiento o desconocimiento de las autoridades dominicanas respecto al rol de este organismo internacional y el tipo de criterio con el que se manejaron temas relacionados a los congos y guloyas, que fueron las manifestaciones culturales reconocidas primero, y posteriormente el merengue. Este fue mi tema de maestría, y creo que todavía me falta mucho por investigar.
Entonces, ¿qué es música tradicional dominicana? En este contexto, estas músicas o mejor dicho la noción que se ha tenido de estas músicas, se han investigado en base a la repetición de cánones de la antropología, occidentalizada y a una visión social de la música euro céntricamente confinada a unas identidades doblemente subalternas, comparadas con lo otro, lejano, condicionadas a lo iletrado en contraposición  a la oralidad en las que perviven, efectivamente. Este pensamiento etnográfico hacia las músicas tradicionales ha conservado tácitamente esta noción de estudio, salvo excepciones, como los trabajos de los maestros aquí presentes, junto a unos cuantos y unas cuantas.
Un ejemplo, el merengue, una manifestación musical separada de todo contexto cultural en ocasiones. Historiográficamente se ha compelido a este género musical por razones que ya conocemos, no obstante una bifurcación se ha reconocido: la del típico y el popular, dejando a un lado un marco identitario mucho más complejo, caribeño, decimonónico, desde las contradanzas y la criollización de estas músicas mulatas, como refiere el puertorriqueño Ángel Quintero Rivera.

En el caso, de los estudios de música dominicana, podemos observar varias etapas, que abarcan las crónicas de la colonia, y que aparentemente, en el marco del protagonismo de la escritura, poco pasó desde entonces en la isla hasta bien entrado el siglo XVIII.
Este es un pensamiento cultural que incide en los estudios de la música, por ejemplo. Pues bien, otro aspecto interesante es que, desde estos cronistas de la colonia, pasamos a la narrativa “criolla” como fuente de estudio de las músicas tradicionales, todo esto, a mi entender es de gran valor, también, la literatura como relato de la vida musical hasta el siglo XIX e incluso parte del siglo XX.
Julio Arzeno, Edna Garrido y Flérida de Nolasco podrían señalarse como representantes de una primera etapa del pensamiento musical, estrictamente, musical podríamos decir, desde estudios o inclusiones de lo vernáculo, que comprenderían la música desde las primeras décadas del siglo XX hasta mediados. Una segunda etapa seria representada por Rene Carrasco, Fradique Lizardo, y los músicos del nacionalismo que publicaron discos y libros como Luis Alberti, Julio Alberto Hernández y otros.
A estas alturas es importante destacar algunas características de este pensamiento musical y su crítica, ya que estos estudios están enmarcados en un contexto muy similar a la historiografía que mencionamos primeramente, es decir, a la crónica de la vida musical en el país y su correspondencia con el canon occidental. Practicas canónicas en el estudio de las músicas locales. Persiste el discurso anteriormente citado, sobre todo, cuando se han publicado estudios basados en la comparación de nuestro folklore con culturas europeas y en menor medida, las referencias a un proceso más consonante de músicas criollas desde y en la isla y el archipiélago caribeño. Este pensamiento acompaña todavía a una parte de la investigación musical en el país, sobre todo en lo que respecta a músicas muy populares, como el merengue y la bachata.
El hecho de que compositores nacionalistas escribieran sobre ritmos folclóricos no los hace estudios etnográficos, la frase de aquel músico al citar ciertos orígenes que se pierden en “las brumas del pasado” refiriéndose específicamente al merengue es un ejemplo de eso, y que algunos discursos repiten aún al presente. Otro aspecto a criticar es, que si bien las danzas criollas vienen de un proceso de adecuación de la contradanza en Europa desde los siglos XVIII y XIX es importante destacar que los estudios comparativos desde su génesis han ocupado más interés que los procesos locales y regionales, es decir, ver al merengue y a otras danzas en contextos andaluces, sevillanos, africanos o canarios por ejemplo, y no en un contexto puertorriqueño, cubano, haitiano, garífuna, es cuestionable.  
De estas primeras etapas han quedado cuestiones por re-hacer para que se muevan concepciones de las músicas criollas fuera de lo nacional y las concepciones de patria propiciadas por regímenes políticos hasta mediados del siglo XX, y que se sostiene en el pensamiento musical, sobre todo respecto al merengue.
Un caso interesante es la musicólogia cubana, que revisó la obra de Fernando Ortiz, lo que no significó desmeritarlo.

(CONTINUA)

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