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Otra
etapa en el pensamiento musical dominicano se desarrolla en la década del 70 en
la UASD, que sobresale por la criticidad a todo lo anterior en base a la
inclusión de estudios desde la africanidad en la música dominicana, sobre
todo a partir de valiosos estudios de
antropólogos y sociólogos como Carlos Esteban Deive, June Rosenberg, Dagoberto
Tejeda al abordar la música en su contexto popular, después de tantos años de
ignorar los estudios desde la afrodescendencia. Este es hasta el presente uno
de los pensamientos más influyentes en los estudios de la música, tanto en
método como en teoría de investigación.
Dentro
de este pensamiento se alinea también la tradición de estudios de la música
desde las ciencias sociales, no desde la ciencia musical, por ejemplo, que me
parece que como punto de partida de la crítica musical es muy importante, sobre
todo desde lo popular. El abordaje de la música desde las ciencias sociales no
me parece un problema metodológico en sí, sino una condicionante en la
investigación musical, que entiendo también debe ser complementada por la
ciencia musical, la etnomusicóloga y musicología en sí.
El
rol de la UASD es importante, puesto que
el contexto heredado era crítico, literalmente, confinando a las músicas a un
olvido, exotismo y romanticismo de clase, racismo, prejuicios… discriminatorios.
Entre
las décadas 80-90 y debido a la importancia de estos estudios populares de la
música que le antecedieron hubo una conciencia más amplia de la música en la
etno y musicología del caribe y Latinoamérica que se estaba haciendo, por lo
que, en esto radica también su aporte, es cuando investigadores extranjeros
comienzan a hacer estudios doctorales y de maestría con estas músicas a las que
ya Martha Ellen Davis denomino como “afrodominicanas”.
En
este siglo, podemos reconocer las vías de este pensamiento y sus teorías.
Los
estudios de la música dominicana, por lo
general se han hecho desde las ciencias sociales y la comunicación, así que,
una gran parte de la música tradicional y popular ha sido escrita por
sociólogos, antropólogos, periodistas, profesores e historiadores. Hemos
insistido en que todo acto de desmeritar estos estudios es un franco retroceso.
Mientras
tanto, así como por un lado, una línea de investigación continúa repitiendo los
mismos ejes de discurso y se sigue recurriendo a cierta metodología, tampoco se
recurre a nuevas formas de trabajo, categorías de investigación y nuevos
investigadores.
Ahora
vamos al tema.
¿¿Cuanta
música tradicional dominicana tenemos grabada, profesionalmente?
Qué
catalogo discográfico y audiovisual se conoce?
Hablemos
del libre acceso a la información que tenemos como ciudadanos…
Toda
esta información si existe, aunque no está todo en un solo archivo, ni espacio,
pero existe. Basta buscar en la bibliografía musical, en las hemerotecas y en
los archivos. Personalmente me ha funcionado así. Ahora bien…. Algunos
documentos son esenciales, como la publicación Enclave Afrocaribe, los libros
de memorias del Congreso Internacional MIC, la web del AGN, el canal de YouTube
de Changó Prieto, la cuenta de Soundcloud de Kiskeya Films, el fondo Fradique Lizardo
en el Centro León, el CD del libro de música folclórica dominicana, los CD de
Bayahonda y Cofradía, y varios documentales.
Una
catalogación es necesaria. Digitalización y red de archivos, etc., una coherencia
de estado.
Por
último, existe un imaginario del folklorismo, el perfil del
folklorista/investigador… que va a las fiestas con una grabadora o cámara en
mano, se ve de cierta forma, habla y actúa; estos reciben a los visitantes de
la fiesta, son anfitriones, aparecen en los documentales, son los expertos de
la tradición, no está mal, son validaciones de la academia, pero siempre y
cuando los portadores no sean interrumpidos, desplazados de su centro social,
pero creo que estas relaciones ya son valoradas diferentes por la
etnomusicología moderna, entendiendo que es importante la estrechez de los
vínculos, e incluso el activismo del investigador dentro y fuera de la
comunidad que estudia.
Hace unos dos años, mientras
participaba en unas jornadas de antropología de la música en una universidad en
Barcelona, conocí a una doctora en música de Portugal, que abordaba lo que ella
entendía de un investigador como un activista, no concebía que el contacto del
científico con la comunidad se limitara a un marco de estudio, sino, más allá,
a un activismo en conjunto. Esto me
interpeló bastante, puesto que ya desde aquí conocía cierta desestimación al
investigador y este tipo de vínculo tan cercano con la comunidad.
Desde el punto de vista del
activismo con el que la etnomusicología contemporánea representa al
investigador, este compendio proveería de un acercamiento diferente a este
campo de trabajo, en el cual, si bien se puntualizan ciertos aspectos de la
ética de grabación y la gestión de la investigación, también alienta los tipos de vínculos con los
portadores originales de las tradiciones musicales. No todo lo que parece no
estar bien, está mal.
Pues bien, todo esto, también
incide en la creación de contenidos audiovisuales, en las publicaciones y en el acceso a la formación, todo online.
Los dispositivos electrónicos son más portables y relativamente más económicos.
El internet y los
dispositivos de reproducción y grabación de archivos, scanners, cámaras,
grabadoras… por otro lado, la misma semiótica de la música se ha inclinado en
la re significación de signos musicales, y así, el rol del portador y el
investigador ha pasado a tener una relación activa, en paralelos y
complementariedades.
El discurso cultural, las
revisiones históricas, la visión del portador como creador, sus derechos de
autor, de hecho, tienen mucho que ver con la etnomusicología moderna y el rol
activo del investigador a lo interno de la comunidad, concebidos, ambos,
portador e investigador como activistas culturales.
En el compendio en si hay que
investigar mucho también. Gracias
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