Cartas
Periódico Hoy
01 junio, 2007
Señor director:
En el Segundo Congreso sobre el Son y la Salsa que tuvo lugar en el país, me dijo un investigador puertorriqueño, el cual tuve el honor de conocer en tan magno evento, que salvo raras excepciones, los estudios musicológicos sobre la música dominicana adolecen de rigurosidad científica.
Evidentemente que el colega
puertorriqueño tiene toda la razón en su apreciación. Esto se debe, le
contesté, a que en el campo de nuestra investigación musicográfica prima la
improvisación. Nuestros investigadores son pianistas clásicos, con formación en
conservatorios extranjeros, que en lugar de estar dando conciertos y recitales
lo que están es escribiendo sobre sones y merenguitos, en cuyos trabajos
manifiestan un desconocimiento total sobre el método científico empleado en la
etnomusicología.
En la misma línea aparecen
cantantes, guitarristas y tresistas, ágrafos musicales, teorizando sobre la
música dominicana, sin ni siquiera haber leído el Panorama de la Música
Dominicana de don Pancho García. Asimismo, podemos leer a folclorístas (excepto
Dagoberto Tejada y el recientemente fallecido José Castillo) y bailarines,
hablando de acordeones, güiras y tamboras, sin conocer el ABC de la organología
musical o el término folclore.
Sr. Director, quiero aclarar para
que no haya ningún tipo de duda, que la etnomusicología o antropología musical
como disciplina, tiene su punto de partida en la República Dominicana, según
mis investigaciones, a partir del año de 1927, cuando aparecen publicados los
libros “Del folklore musical”, de Julio Arzeno, y Música tradicional
dominicana, de Julio Alberto Hernández. Si revisamos las publicaciones que se
han hecho a partir de estos trabajos encontramos una repetición sistemática,
sin excepción, de todos nuestros investigadores.
Para comprobar lo que he dicho,
basta revisar la bibliografía publicada y encontraremos una ausencia absoluta
sobre los análisis géneros y estilos, formatos instrumentales, los planos
sonoros, el proceso de binarización de los ritmos ternarios africanos, las
escalas y entonación, estudios sobre el metro-ritmo, las familias o complejos
genéricos, etc., etc.
Para concluir, quiero aclarar que
el 98 por ciento de todos los investigadores en el área de la música en el
país, o fueron mis alumnos, o fueron con una libreta o una grabadora a
entrevistarme sobre la música dominicana. No estoy sacaliñando, pero la mayoría han sido muy mal agradecidos.
Atentamente
Julio César Paulino
Julio César Paulino
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