lunes, 25 de diciembre de 2017

Pensamiento y crítica musical en República Dominicana 1

Este texto está basado en la conferencia de igual título presentada en el 12º Simposio de Historia y Crítica del Arte, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Edna Garrido


Quisiera referir este tema desde la historiografía y los estudios culturales, entendiendo que estos han sido los ejes de principalía dentro de los contextos de investigación y los conceptos teórico-musicales en el país. Por lo que, para un mejor entendimiento, vamos a dividir el tema en cuestión en: la música en la República Dominicana y la música dominicana, y así iremos hilvanando el tema.

Yéndonos a la historia, como música en RD nos estamos refiriendo a la crónica de la vida musical desde los tiempos de la colonia, con especial énfasis en la vida republicana y que llega relativamente hasta el presente; si bien en esta se destaca el canon musical europeo, en su discurso se destacan aspectos de la creación musical dominicana, las formas musicales, géneros y estilos vernáculos - siendo estos últimos incluidos dentro de este tipo de bibliografía en capítulos, por lo general introductorios y enmarcados en lo folclórico-, algunos con partituras otros con entrevistas a compositores del nacionalismo musical, casi nunca a portadores tradicionales. Esto, claro está, en los libros de crónicas de la vida musical en el país y en un contexto urbano y académico. 

Ejemplos: Manuel Miniño, Margarita Luna, Catana Pérez, Aida Bonelly, Jacinto Gimbernard, Arístides Inchaustegui, Holguín Veras, García Arevalo, José del Castillo, entre otros.

El pensamiento musical y la crítica que se manifiesta en este sentido va hacia la programación de música clásica en salas y espacios públicos, crónica de conciertos, estudios superiores de música, publicación de biografías de concertistas, compositores y maestros y resaltan la gestión de mecenazgo empresarial y patronazgo privado. También ha sido centrado en las políticas públicas en cuanto a infraestructura de centros académicos, en las becas a instrumentistas y en la proyección de ejecutantes, más que de creadores musicales en ocasiones. Este foco de pensamiento y crítica es el más influyente en la vida nacional, siendo la postura común de cierta clase dominante en la vida musical dominicana. 

En el caso, de los estudios de música dominicana, podemos observar varias etapas, que abarcan parte de nuestra historia entre los siglos XIX y XX sobre todo.

Coopersmith, Julio Arzeno, Edna Garrido y Flérida de Nolasco podrían señalarse como representantes de esta primera etapa del pensamiento musical desde estudios o inclusiones de lo vernáculo, que comprenderían la música desde las primeras décadas del siglo pasado hasta mediados. Una segunda etapa seria representada por Rene Carrasco, Fradique Lizardo, y los músicos del nacionalismo que publicaron discos y libros como Luis Alberti, Julio Alberto Hernández y otros.

A estas alturas es importante destacar algunas características de este pensamiento musical y su crítica, ya que estos estudios están enmarcados en un contexto muy similar a la historiografía que mencionamos primeramente, es decir, a la crónica de la vida musical en el país y su correspondencia con el canon occidental. Persiste el discurso anteriormente citado, sobre todo, cuando se han publicado estudios basados en la comparación de nuestro folklore con culturas europeas y en menor medida, las referencias a un proceso más consonante de músicas criollas desde y en la isla y el archipiélago caribeño. Este pensamiento acompaña todavía a una parte de la investigación musical en el país, sobre todo en lo que respecta a músicas muy populares, como el merengue.

El hecho de que compositores nacionalistas escribieran sobre ritmos folclóricos no los hace estudios etnográficos, la frase de aquel músico al citar ciertos orígenes que se pierden en “las brumas del pasado” refiriéndose específicamente al merengue es un ejemplo de eso, y que algunos discursos repiten aún al presente. Otro aspecto a criticar es, que si bien las danzas criollas vienen de un proceso de adecuación de la contradanza en Europa desde los siglos XVIII y XIX es importante destacar que los estudios comparativos desde su génesis han ocupado más interés que los procesos locales en el continente americano, ver al merengue y a otras danzas en contextos andaluces, sevillanos, africanos o canarios por ejemplo, y no en un contexto puertorriqueño, cubano o haitiano es cuestionable. La etnomusicología en Puerto Rico nos está abriendo otro marco crítico en ese sentido.


Las concepciones de danza y las transcripciones musicales dan una idea de cuales referentes eran los más conocidos por estos músicos al acercarse a estas músicas, siendo más bien su aporte, la crónica o descripción de la vida musical del criollo dominicano, sobre todo cibaeño. En ese sentido, la literatura ha aportado considerablemente a los estudios de la música desde su concepción de lo criollo, sobre todo por obras que abordan relatos campesinos de la realidad decimonónica y de principios del siglo XX, como Gregorio Billini, Pedro Francisco Bono, Ramón Emilio Jiménez, entre otros.

A grandes rasgos, el legado de estas crónicas de la vida musical del criollo y campesino dominicano siguen siendo la oportunidad de una revisión histórica a las culturas mulatas en el caribe, algo que el cubano Cristóbal Diaz Ayala o el puertoriqueño Ángel Quintero Rivera han estado haciendo y que, salvo casos como el dominicano José Guerrero siguen estando suspendidas en el mismo tiempo critico en que fueron manipuladas. De estas primeras etapas de reseñas como las de Julio Arzeno, etnomusicología como Edna Garrido, crónicas como Ramón Emilio Jiménez, nacionalismo como Luis Alberti y folklorología como Fradique Lizardo han quedado cuestiones por re-hacer para que se muevan concepciones de la música criolla fuera de patriotismos, y conceptos de patria que propicio la dictadura trujillista hasta mediados del siglo XX, y que mantiene el pensamiento musical, sobre todo respecto al merengue:

· Como el centro de origen en el caribe –por aquello de la primada de américa.

· Como desconectada del proceso cultural caribeño –por idea de nación, identidad y cultura de lo dominicano. Cuba, puerto rico y Haití nos pueden servir de espejos en este sentido. 

· Como una idea de unicidad cultural de lo criollo-hispánico en contraposición al valor del criollo en la sociedad negra y mulata. 

· Con una ruptura ideológica, sobre todo entre el siglo XIX –XX de la vida rural y urbana, siendo el merengue el claro ejemplo de un discurso de lo nacional, hecho a la medida de un poder social, blanco, en sentido contrario a las dinámicas musicales del campesino dominicano negro y mulato. Un ejemplo es la contextualización del acordeón en el merengue típico del norte, desde mediados del siglo XIX y su omisión en las músicas tradicionales del sur como el carabiné y parte del noreste como el pri pri, contenidos en crónicas desde principio del siglo XVIII.

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